Geert Koekoeckx

En sus pinturas, Geert Koekoeckx desvela un universo maravilloso que es tan colorido como irresistible. Se forma a partir de mitos de diversas culturas, referencias históricas y el puro poder de la imaginación. Los arcos abarcan desde referencias a frescos en el palacio de Knossos hasta el mito de Ícaro, las enseñanzas indias de los chakras y grabados persas que se entrelazan juguetonamente con las propias experiencias y recuerdos del artista. La historicidad, sin embargo, es de importancia marginal. La dimensión narrativa está subordinada a la intuitiva. Todo puede, todo puede mezclarse en el torbellino de estos mundos mágicos. Las ilustraciones de las enciclopedias médicas medievales pueden encontrarse con los malentendidos de la infancia del pintor, cuando pensaba que comer zanahorias le daría hermosos ojos (en lugar de una mejor visión). Y, sin embargo, estos malentendidos también cierran de alguna manera un círculo en el que los mitos del mundo fisiológico se fusionan con los mitos de la percepción subjetiva.

Las pinturas de Koekoeckx están pobladas por personajes caricaturescos de todo tipo. Quimeras suaves, surgidas de mundos apocalípticos. Una jirafa con astas que se asemejan a ramas. Esqueletos con salchichas al hombro montados sobre osos a través de un paisaje medieval inducido por el ácido. Ardillas con pelaje atigrado, demasiado lápiz labial y colas de Marsupilami demasiado largas. Las criaturas aparecen como referencias histórico-artísticas, revividas a partir de pinturas de épocas en las que los monstruos imaginarios de los cartógrafos sembraban el miedo y el terror en territorios inexplorados de esta tierra, pero aquí transformadas en su versión lúdico-irónica, marcada por los estragos del tiempo.