“La esquividad del color, la inmensidad de los elementos naturales y el movimiento instintivo en esta obra parecen constituir una danza ancestral. Y aunque no se refiere literalmente a una danza, encuentra su identidad en el movimiento. Como reto indescifrable, las manchas de la pintura se revelan, y es en este juego de tensiones donde encontramos el desarrollo más auténtico de las pinceladas y las capas de pintura que conforman el cuerpo de esta obra. Son pinceladas gestuales que, en abstracción, ensamblan una historia que no es narrativa sino metafórica. Es entre el cielo y la tierra, en el reflejo del agua y en la inmaterialidad del aire, donde dejo emerger los vestigios de mis recuerdos de infancia, el patrimonio cultural y mi conexión con la naturaleza”.