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De hecho, el cuerpo es el templo. Al menos para una buena parte de la humanidad que vive el amor intensamente y disfruta de la realización del erotismo. Y de los artistas que lo recrean en sus obras, como Luis Miguel Rivero. Decididamente, sin eufemismos, sin alboroto. Las figuraciones de Rivero colocan el cuerpo femenino en el centro de atención, ofreciendo una visión estilizada del “paisaje” corporal, o sugiriendo las motivaciones e impulsos del juego del amor.

Hay aquí una interesante y exitosa confluencia estilística, el artista pasa de una evocación ciertamente impresionista -evidente en la naturaleza de las pinceladas- a ciertos indicios expresionistas en la paleta o en la actitud de las poses. El realismo de las escenas vacila ante la visión onírica propuesta por el creador.

Algunos espectadores pueden encontrar estos desnudos demasiado explícitos, algunos incluso los considerarán pornográficos. Pero eso es una distorsión del concepto: lo que es explícito no siempre es pornográfico. La pornografía implica una falta de sentido estético y conceptual. No es el caso, obviamente.

 

- Yuris Nórido, crítico de arte cubano.