Black fracture

Para una mujer nacida en la década de 1950, elegir ser arquitecta es, sin duda, el primer obstáculo de Odile Decq para su destino. La creación de su propia agencia tan pronto como se graduó de la École de la Villette, mientras continuaba sus estudios en el Institut d'Etudes Politiques de París, donde obtuvo su D.E.S.S. en planificación urbana en 1979, fue la segunda.
 
El reconocimiento internacional llegó muy pronto, en 1990, con motivo de su primer gran encargo: el Banque Populaire de l'Ouest en Rennes. Los numerosos premios y publicaciones que acompañaron la construcción de este edificio subrayaron el nacimiento de una nueva esperanza derivada de la revuelta punk que desafió las convenciones polvorientas.
 
Una personalidad iconoclasta, Odile Decq reivindica un enfoque transversal de la arquitectura que no se limitaría a una profesión estricta, sino que abarcaría otros aspectos como el diseño y la creación plástica. Como verdadera jack-of-all-trades, diseña edificios, muebles, iluminación... al igual que crea obras escultóricas o fotográficas. Al igual que con su arquitectura, el trabajo comienza con las líneas más mínimas.
 
Aunque la dinámica es diferente entre la de una composición gráfica y la de un futuro edificio, encontramos esta investigación sobre el espacio con la disposición geométrica de sus dibujos. Odile Decq se niega a hacer “dibujo ilustrativo”, en sus composiciones cada línea se expresa sin charla ni embellecimiento. La simplificación conduce entonces a una forma de abstracción total.
 
Según Odile Decq, la relación del espectador con la obra es bastante móvil. El espacio que tiene como referente el cuerpo humano, es visto como un universo de experiencias y sensaciones. El espectador no debe ser contemplativo sino activo.
 
Su creación es mucho más que un estilo, una escritura, una actitud o un proceso de producción, es multidisciplinar.